Ir en bici no es lo mismo que ir caminando, ni estar en el extranjero es igual que estar en casa. Sin embargo, aunque no lo percibamos, en casa también estamos expuestos, a veces, a mayores peligros que en otras partes del mundo. En nuestros viajes evitamos, en lo posible, los peligros más evidentes: la inestabilidad social y política, las carreteras más transitadas… pero más allá, no se puede hacer nada. Un cierto grado de riesgo es inherente a la vida, y forma parte de la aventura…
En términos prácticos, la diferencia, es que cuando algo sale mal en un viaje organizado le protestas al guía, o al hotel, o a la agencia que has contratado. Hemos visto mucho de eso. Turistas que van por el mundo como si éste fuera un gran centro comercial en el que la comodidad y seguridad debieran estar garantizadas. Cuando viajas en bici te haces humilde. El único responsable eres tú, el mundo, la vida… y no tienes a quién protestarle. Hay que aceptar lo que ocurre sin miedo. Asumir la responsabilidad de tu vida sin nadie que te proteja da vértigo y satisfacción al mismo tiempo.
Las vacaciones que te proponemos tienen quizás un alto grado de imcertidumbre cuando empiezas a programarlas, pero en el tiempo que te dedicas a estudiar el terreno y a organizarlo, puedes llevar a alcanzar tantas certidumbres como tu quieras. La aventura empieza, por tanto, unos meses antes… en tu propia casa. Luego… cuando empiezas a pedalear… Ya veremos.
Cambias tu zona de confort por el de otra persona… Si ellos viven y se desenvuelven allí. ¿Por qué no vamos a poder hacerlo nosotros?